lunes, 20 de julio de 2015

La feria de los discretos // Pío Baroja (1905)

«Somos muy discretos. Mucha facundia, mucha palabra entusiasta y fogosa, mucho floreo; un aspecto superficial de confusión ingenua y candorosa... La exaltación por fuera y el frío por dentro.

Adiós, Córdoba, pueblo de los discretos, espejo de los prudentes, encrucijada de los ladinos, vivero de los sagaces».
La literatura es mucho más que mero entretenimiento. Esto es una obviedad, pero a veces es importante recalcarlo. Gracias a los libros podemos transportarnos a otros lugares, lugares que nunca hemos visitado o donde nunca podremos llegar a estar, y sin embargo sentirnos parte de ese territorio. Otras veces tenemos la fortuna de poder viajar a esos sitios, y es entonces cuando la literatura se convierte en la mas fidedigna guía de viajes, de cultura, de costumbres y de tradiciones. Hoy en nuestro recorrido habitual nos desplazamos a Córdoba, la cual visitamos acompañados de Pío Baroja en La feria de los discretos.

Resulta extremadamente emocionante recorrer las calles y ver los inmuebles que se describen en una novela y hacer tuyos los recuerdos escritos. Es lo que yo llamo la triple conexión, una conexión imaginaria que aparece entre autor, protagonista y lector. Todo comienza con la propia experiencia del autor, vagando por los empedrados de la ciudad, imaginando tramas, encuentros y desencuentros. Después llega la del protagonista, enrolado en esas aventuras imaginarias, transitando las mismas plazas, cafés, pensiones e incluso monumentos que el autor visitó. Ya por último está nuestra visión, la que florece al revivir las dos vidas anteriores y que incluye entre sus recuerdos una mezcla de ficción y realidad.

En cuanto a la trama, Pío Baroja nos presenta a un mozo recién llegado de Inglaterra en busca de un hueco en su Córdoba natal de la que ha estado alejado durante toda su adolescencia. En la primera parte del libro, Quintín, que se nos muestra un tanto atribulado y soñador, trata de encontrar los recuerdos de su lejana infancia y conciliarse con la ciudad que le vio marchar. Es en esta parte donde conocemos su historia y la de su familia y empezamos a entrever los mecanismos de la sociedad española de la segunda mitad del s. XIX. Más tarde, casi a mitad del relato, un Quintín ya hecho a los entresijos y a los bajos fondos cordobeses nos lleva, gracias a su ingenio y gallardía, por los caminos de la revolución de 1868 “La Gloriosa” en pos de cumplir su epicúreo sueño de grandeza y holgazanería.

«En el fondo, yo no soy nada. Soy un hombre de acción que necesita dinero y complicaciones para vivir».

Carisma, nobleza, valentía y principios. Petulancia, usura, poder y arrogancia. La feria de los discretos nos muestra una visión de la dualidad social imperante en aquella época, donde ni los malos son tan crueles ni los ricos tan generosos. Con una trama dinámica y un protagonista arrollador, un verdadero hombre de acción, antihéroe de fuertes principios y noble proceder, Pío Baroja nos presenta una novela entretenida y llena de acción, donde no faltan bandoleros, persecuciones y escaramuzas de todo tipo. Además, por si fuera poco Córdoba surge como un personaje más del relato, una ciudad que brilla con luz propia.

Fd: El lector Invisible


jueves, 9 de julio de 2015

Tren nocturno a Lisboa // Pascal Mercier (2004)

«Era el tren, no él, quien decidía que este viaje continuara, este viaje tan despierto y real que lo sacaba a cada hora que pasaba, en cada estación, fuera de la vida llevada hasta entonces».

Emprender un viaje. Pocas acciones hay tan simples y a la vez tan complicadas, tan mágicas y excitantes. Para mi hay pocas sensaciones equiparables a la de tomar asiento en una amplia y confortable butaca de un tren cualquiera y libro en mano emprender una nueva aventura bajo el ocaso del día. Los viajes son momentos para nosotros, para aferrarse a lo indispensable y divagar pensando en el destino. Incluso los trayectos más triviales o rutinarios tienen siempre algo de renovador; esa esencia de dejar atrás el pasado y enfrentarte al futuro. Nos encanta viajar y que mejor manera en este caso de hacerlo, que viajando en Tren nocturno a Lisboa de manos de Pascal Mercier.

Pascal Mercier, seudónimo de Peter Bieri en esta novela, nos presenta a Raimund Gregorius un arquetípico profesor suizo de lenguas clásicas, de meticuloso proceder y calculado obrar, que vive por y para los textos antiguos. Quizás algo aburrido y anodino, una pizca insustancial y previsible, todo cambia en su vida cuando de repente la casualidad le enfrenta a una palabra y un libro.

“português

De esta manera, sin avisar, todo lo que Gregorius creía seguro y firme comienza a descomponerse. Las palabras de ese desconocido autor portugués parecen estar escritas por y para él, y en su interior se enciende la urgente necesidad de conocer la historia de ese orfebre de las palabras que parece conocer todas las respuestas a las latentes preguntas de su vida. A través de la doble vida que le proporciona el libro del médico y poeta Amadeu de Prado, Gregorius comienza a tomar conciencia de su propia vida.

A mi entender, y pese a la avanzada edad del protagonista, esta novela tiene muchos tintes de novela de iniciación o de aprendizaje y precisamente es ahí donde encuentro la mayor controversia. Si bien es cierto que se trata de un aprendizaje tardío, asociado a la edad adulta y que casa a la perfección con el otro subgénero predominante, el filosófico, el ritmo, las acciones y las cuestiones que preocupan al protagonista se me antojaron un tanto distantes, confusas para este subgénero. Además en ningún momento llegué a conectar con el protagonista ni con ninguno de los otros personajes secundarios, casi todos bien entrados en la vejez.

En definitiva, Tren nocturno a Lisboa es un libro inspirador, que nos recuerda lo importante que es vivir con intensidad y apreciar cada momento de nuestra vida. Es una lección de filosofía muy bien llevada y nada pesada. Nos habla de valentía y de resistencia, de amor por las palabras y amor por la vida, de trenes, caminos y rieles que conducen nuestra vida, pero también de saltos, paradas e intercambios. Al final, somos nosotros quien decidimos nuestro futuro.
Fd: El lector Invisible


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