jueves, 19 de noviembre de 2015

El oro del rey // Arturo Pérez-Reverte (2000)

«Y de tal modo aprendí que es fácil batirse cuando están cerca los camaradas, o cuando te observan los ojos de la mujer a la que amas, dándote vigor y coraje. Lo difícil es pelear solo en la oscuridad, sin más testigo que tu honra y tu conciencia. Sin premio y sin esperanza».

Como ya viene siendo habitual, noviembre se convierte para mi en el mes de las sagas. Después de pasar todo el año entre lecturas pendientes, novedades o descubrimientos, el reloj biológico anual me va apremiando para que complete alguna de las sagas que tengo comenzadas. La de las aventuras del capitán Alatriste, de la cual hoy traigo la cuarta entrega, me acompaña desde hace exactamente 4 años, cuando descubrí la ligera pluma de Pérez-Reverte. Así pues, disponed vuesas mercedes a embarcar en el aquel asunto que incumbió a Íñigo Balboa y camaradas en busca de El oro del rey.

Esta vez, la aventura aborda a Íñigo y al capitán a su regreso de Flandes, en Cádiz, capital de las rutas del comercio ultramarino. Allí, y a petición del mismísmo rey de España, Felipe IV, el notable literato Quevedo encomienda a Diego Alatriste y Tenorio, la secreta misión de recuperar un cargamento de oro venido de América que la codicia y la corrupción de los navegantes españoles ha escondido bajo la cubierta de un pequeño velero mercante. La misión lleva por tanto a los protagonistas a recorrer los más variopintos rincones de Sevilla en busca de una tripulación a la altura; desde la tenebrosa Cárcel Real, hasta el soleado corral de los naranjos, pasando por las húmedas tabernas de Triana con el siempre omnipresente Guadalquivir de fondo.

«- Sólo quiero saber de dónde vendrán las estocadas.
Quevedo encogió los hombros.
- De cualquier sitio, como suelen – seguía ojeando alrededor, indiferente-. Ya no estáis en Flandes... Esto es España, capitán Alatriste».

De esta aventura destacaría si cabe, más que la historia en sí, que a veces parece un poco relegada al segundo plano de la descripción histórica, el poder de Pérez-Reverte de otorgar liviandad a las palabras más pesadas y al trepidante ritmo que cogen sus escritos. Aunque esto no es algo exclusivo de El oro del rey, en esta entrega el autor hace frente con acertado cuidado a la inclusión de nuevas localizaciones y ambientaciones (todo lo relacionado con el mundo marítimo) con lo que esto suele conllevar para el desarrollo de la trama en si. A pesar de las numerosas descripciones y detalles de la sociedad del siglo XVII, que como comentaba a veces dejan un poco de lado la verdadera narración de la acción, la novela funciona, y al igual que me pasa con todo lo que leo de Pérez-Reverte, se me ha hecho preocupantemente corta.

Obviamente llegar a un punto tan avanzado del desarrollo de una saga me hace recomendar irremediablemente la lectura de su continuación, pero además de la mera inercia, esta entrega presenta refrescantes novedades que apoyan su lectura. La aparición de la resplandeciente Sevilla, llena de vida y comercio y de ocasiones y oportunidades para espadachines a sueldo, sumado a la inexorable y esperada, cada vez más activa, participación del joven protagonista Íñigo de Balboa, hacen de la cuarta aventura del capitán Alatriste un soplo de aire fresco.


Fd: El lector Invisible
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...