«Había
en él especialmente un río, un caudaloso río, que uno podía ver
en el mapa, como una inmensa serpiente enroscada con la cabeza en el
mar, el cuerpo ondulado a lo largo de una amplia región y la cola
perdida en las profundidades del territorio».
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Tiempo
ha que vengo pensando en adquirir cuerpo, dejar de ser un mero ente
representado por una corbata, unas gafas con sombrero y una pelusilla
bajo la montura y adueñarme de un soporte, un espacio digamos más
“físico” donde poder manifestarme, donde mostrar mi
invisibilidad. Como comprenderéis son muchos los problemas añadidos
de ser ajeno a los demás, de pasar tan desapercibido que nadie
repare siquiera en ti. Es, para que os hagáis una idea, como si no
existiera. Por eso la idea de materializarme ha ido poco a poco
cogiendo peso, tanto, que hasta se ha hecho realidad.
Y
es hoy, si precisamente hoy, cuando os vengo a presentar mi flamante
cuerpo nuevo, recién salidito de la fábrica de Blogger. Os doy la
bienvenida al Blog de EL LECTOR INVISIBLE; un lugar donde poder
desahogar mis inquietudes bibliófilas y mostrar mi humilde punto de
vista sobre aquellos libros que tengo la fortuna de poder disfrutar.
Para
esta primera lectura he escogido un libro que tenía en mi lista de
pendientes desde hace mucho tiempo y que por azares de la vida no
había tenido oportunidad de leer hasta ahora, y eso que tan sólo
contiene poco más de 100 páginas, vamos un par de tardes bien
empleadas. Hablo de El corazón de las
tinieblas de Joseph Conrad, una cortísima novela
de aventuras escrita en los albores del siglo XIX, por un intrépido
y universal polaco.
Con
un marcado acento autobiográfico, basado en las propias experiencias
del autor, El corazón de las tinieblas se nos presenta como una
novela descaradamente descriptiva, donde el paisaje adquiere un
sombrío y misterioso protagonismo más allá de la mera
ambientación. No obstante lo que por momentos dota de una singular
riqueza al relato, muy esmerado y estético, rondando lo poético,
puede volverse recargado a ratos llegando incluso a abrumar. También
los personajes se me han antojado un tanto lejanos y superficiales,
ya que salvo en contadas situaciones, no he llegado a conectar con
ellos.
En
cuanto al argumento, como ya he dicho basado en la propia vida de
Conrad, narra la aventura que emprende un marino británico impulsado
por su atracción por lo exótico y su afán de explorar lo
desconocido, hacia el corazón del continente africano. Por el camino
irá adentrándose no sólo en una omnipresente y tenebrosa selva que
domina todo el relato impregnándolo de una atmósfera oscura,
penetrante y atrayente, sino también en el modelo social
predominante en aquellas tierras ignotas, el colonialismo.
La
historia se desarrolla en sus dos últimos tercios en el transcurso
de la misión en la que el protagonista Marlow se ve envuelto. A
manos de su vapor debe remontar un gran río para ir al encuentro de
un misterioso comerciante de marfil, el Señor Kurtz, un espléndido
hombre, carismático y poderoso pero autoritario y sin escrúpulos,
un personaje al más puro estilo del lobo Larsen de Jack London.
Con
una clara crítica social al colonialismo de la época donde imperaba
la explotación económica en detrimento de la población nativa,
Conrad nos sumerge en un mundo fascinante, lleno de matices y
reflexiones, pero que sin embargo y tal vez como consecuencia de la
cortedad del libro, se me ha quedado un tanto insípido. Quizás
fuera yo que esperaba más, aunque por otro lado tampoco me ha
defraudado, es un libro de aventuras con una rica prosa y un marcado
trasfondo social.
Fd: El lector Invisible