«A
mí, Hasan, hijo de Mohamed el alamín, a mí, Juan León de Médicis,
circuncidado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un
papa, me llaman hoy el Africano, pero ni de África, ni de Europa, ni
de Arabia soy. Me llaman también el Granadino, el Fesí, el Zayyati,
pero no procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna
tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más
inesperada travesía».
A
estas alturas creo que no voy a sorprender a nadie confesando que me
encantan los libros de viajes, esos libros de aventuras personales
que llevan a los protagonistas a vivir mil vidas en una sola. Y me
gustan, supongo, por ese anhelo interior que tengo de inconformismo,
que me llama hacia lo desconocido en pos de descubrir nuevas
realidades que impidan a mi fantasmagórico ser resignarse con una
existencia incompleta. Hay, desde luego, muchísimas otras
circunstancias capaces de empujar a un hombre hacia la aventura, ya
sea de manera real, sufrida en carnes y ampollas o desde una silla,
elogiando con la imaginación y la pluma el recuerdo de aventureros
pasados como ha hecho Amin Maalouf
en su biografía novelada de León el
Africano.
Nacido en Granada durante el
s.XV, en los albores de la conquista cristiana, Hasan, hijo de
Mohamed el alamín, pronto descubrió que el destino no guardaba para
él patria alguna, si no polvo en el camino, eternas lágrimas de
despedida y continuos choques de cultura. Sin embargo, sus continuas
idas y venidas en vez de pesares y lamentaciones le granjearon
amistades por doquier, pocas o ninguna atadura y conocimientos,
infinitud de conocimientos que marcaron no sólo su vida, si no
también el sentido mismo de esta.
«mi
sabiduría ha vivido en Roma, mi pasión en El Cairo, mi angustia en
Fez, y en Granada vive aún mi inocencia».
No
voy a contar más sobre la historia de su vida, pues estaría
desvelando el argumento de la novela, pero si que loaré la narración
del Premio Príncipe de Asturias de las letras 2010 y Premio Goncourt
1993, Amin Maalouf, exiliado libanés actualmente miembro de la
academia francesa de la lengua. A pesar del comienzo un poco lento,
los capítulos tienen como base el desarrollo de cada año de la vida
del protagonista (desde su nacimiento), pronto la trama empieza a
ganar en matices y riqueza. Es a partir de la adolescencia, cuando
los caminos de lector y protagonista quedan irrevocablemente unidos
en una aventura constante llena de sorpresas y giros, donde no es
difícil empatizar con un Hasan pícaro e ingenioso pero también
libre-esclavo de las imposiciones de la sociedad del momento regida
por la ley islámica. Además en este aspecto, Maalouf sabe sumergir
perfectamente al lector dentro del mundo musulmán, con sus ricas
costumbres y tradiciones generosamente bien explicadas.
En
conclusión, León el Africano,
no deja de ser una biografía novelada, lo que limita el público
interesado en estos textos, pero para quien le guste la historia esta
es sin duda una muy buena novela. Precisa y rigurosa, es una lectura
llena de matices históricos pero también hábil en desentrañar
aspectos concretos del momento político, social y religioso del
siglo sXVI.
Fd:
El lector Invisible
Por ahora no me interesa mucho este personaje ni, por lo tanto, su biografía. Quién sabe si más adelante. Esto va, al menos en mi caso, por épocas y por rachas...
ResponderEliminarSaludos,
Así es, hay tantos momentos interesantes de la historia...
EliminarSaludos!