miércoles, 25 de marzo de 2015

El extranjero // Albert Camus (1942)

«Como si los caminos familiares trazados en los cielos del estío pudieran llevar lo mismo a las prisiones que a los sueños inocentes».

Muchas veces a la hora de elegir lectura el azar interviene de manera determinante. En otras, sin embargo, parece como si algunos libros rondasen alrededor nuestro, apareciendo constantemente en multitud de referencias que confabulan en pos de su lectura. Azar o destino, ese es quid, controversia que rige mi esparcimiento literario. Si bien es cierto que muchos autores han utilizado este tema en sus reflexiones, pocos entre ellos como Albert Camus, cuyo exquisito trato de la existencia humana le valió el prestigioso Premio Nobel de Literatura. Por eso entre otras muchas razones hoy os traigo El extranjero, de Albert Camus.

En esta obra, como os he adelantado, el autor nos plantea una clara reflexión sobre la importancia que tiene el componente azar o destino en nuestros actos y acciones. Cómo un hecho puede alterar de tal manera la vida de una persona conduciéndole de la más placentera playa mediterránea a la más lóbrega y sombría de las prisiones. Cómo de un momento caprichoso se trucan senderos y se abren veredas. Todo este dilema es a mi entender la esencia de esta obra, que tan pulcramente se nos presenta, clara, lineal, sencilla incluso y que va poco a poco introduciéndonos pensamientos sobre la vida y la muerte, el destino y el azar. Camus hace esto de una manera fascinante, casi sin darnos cuenta, en un crescendo inaudito del que no eres consciente hasta que no dejas de leer. Es entonces donde la magia de Camus hace efecto, donde te das cuenta de que sus palabras, que tan fáciles son de leer, han calado en tu interior y se han hecho hueco.

El extranjero es una breve novela que nos presenta la vida de Meursault, un hombre como cualquier otro. Trabaja y en torno a su día a día gira su vida, sin alteraciones, sin altibajos, plana y un tanto anodina o simplemente una vida tranquila, sin preocupaciones ni ambiciones. El señor Meursault puede pecar de apocado, de insensible frente a las desavenencias de la vida, pero en su indiferencia halla la tranquilidad y mientras nada le quiebre ese vacuo equilibrio interior, se siente a salvo. Los problemas, como suelen ser habituales, acontecen sin previo aviso y en este caso se manifiestan de una forma muy natural, la muerte de su madre. Este acontecimiento que él sobrelleva a su manera, sin manifestar sus emociones, desencadena una serie de reacciones que le llevarán a cometer un asesinato.

Sin duda he de recomendar esta cortita pero gran obra donde en su sencillez se encuentra la grandeza. Albert Camus hace legible la filosofía y aunque no se trate exactamente de eso, no deja indiferente con sus reflexiones. Muy ameno y transparente quizás le falte algo de adorno, algo más de argumento o tal vez más páginas para profundizar en la historia.

Fd: El lector Invisible


miércoles, 18 de marzo de 2015

La isla del día de antes // Umberto Eco (1994)

«Pero Roberto filósofo no era, sino amante infeliz recién emergido de un viaje, a fin de cuentas no coronado aún por el éxito, hacia una Isla que le esquivaba entre las álgidas brumas del día de antes».

Un dato indicativo de la complejidad de una obra puede ser perfectamente la necesidad que el autor, o en este caso el traductor, sientan de manifestarse al final de la misma. Si es necesario explicar conceptos, aclarar notas que hayan podido sonar discordantes o de alguna manera justificarse, estamos frente a una obra de índole confusa, peculiaridad que puede ensombrecer el resto del trabajo. Pues bien, el libro que hoy os traigo es un claro ejemplo de lo que acabo de comentar, La isla del día de antes de Umberto Eco es de todo menos sencilla.

Para empezar, ya de primeras, el lenguaje utilizado supone un gran punto de conflicto. El estilo barroco, italiano para más inri, se cuela en esta novela con todas sus consecuencias y aunque Umberto Eco con todos sus recursos es capaz de generar un texto delicado y estético, la exigencia lingüística de esta novela es abrumadora. Sin duda, entre los visitantes de este Blog habrá quien sepa valorar este tipo de lenguaje y apreciarlo en toda su plenitud, pero a mi entender para el público general queda demasiado excesivo, ralentizando en demasía el ritmo y llegando incluso a desorientar. El barroco por sus características es excesivamente recargado, pesado y muy limitado, tanto que para describir ciertas acciones es necesario dar inmensos rodeos para no caer en neologismos o suponer conocimientos aun ignotos. No obstante, y con todo, el resultado es un lenguaje hermoso y sonoro, que ayuda al lector a situarse históricamente, además aprecio personalmente el esfuerzo del autor de mantener la coherencia no sólo en la ambientación si no también en el idioma.

Así pues La Isla del día de antes con su peculiar estilo descriptivo nos relata la historia de un joven piamontés, Roberto de la Grive, que tras naufragar en plena mar se encuentra gracias a la procedencia de la deriva con una nave abandonada en medio de un ambiente paradisíaco. Lo que en un principio parece una tabla de salvación, con el tiempo y tras el descubrimiento de la ingobernabilidad de esa nueva nave de nombre Daphne, deviene en una auténtica prisión al aire libre. Desde este nuevo tipo de aislamiento Roberto se dedica a la reflexión, y por medio de unas cartas que el mismo escribe a su “señora” vamos conociendo el fruto de sus pensamientos enlazados con aspectos de su pasado. En torno a esta desconcertante travesía personal, el resto de la trama gira entre misterios y secretos, en una época en la que el dominio del mar y el arte de la navegación se consideraban como la más alta cuestión de estado.

Estrepistosamente naufragado, abrumado frente a una inmensidad e incapaz de alcanzar el éxito que tan cercanamente se ofrece, son las palabras que definen la situación del protagonista, pero que perfectamente valdrían para definir mis sensaciones al leer esta novela. Con estas palabras no quiero decir que no haya disfrutado de algún modo su lectura, ni que no extraiga cosas positivas (todos, todos los libros para mi tienen siempre algo que destacar) pero si es verdad que mientras leía ansiaba el desenlace y la ardua tarea de descontar páginas se me ha hecho demasiado larga.
Fd: El lector Invisible



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