«Aprenderían,
al menos de forma esquemática, signos fundamentales de arquitectura,
vestimenta, el alfabeto y las costumbres, los colores y las señales
ilegales, los detalles obligatorios para distinguir Besźel
y Ul Quoma, y sus habitantes».
No
soy muy aficionado a prorrumpir con grandes titulares ni a
generalizar en esto de la literatura, pero a veces ocurre que te
sientes en la necesidad de ser tajante aunque sólo sea por un
momento. Y es que tras la lectura de La ciudad
y la ciudad de China Miéville, he llegado a la conclusión de
que no me gustan las novelas de detectives. No me gusta el género
policíaco. Siento si queda un poco brusco pero aunque mi experiencia
con este género se reduzca a unos cuantos títulos (incluyendo las
extraordinarias aventuras del señor Holmes), creo que no necesito
mucho más para afianzar mi idea y rendirme a ella.
Aunque
rasgadora y transversal, la novela que hoy reseño sigue estando
dentro de la linea policial y al final este tipo de historias, que
siempre te llevan por los mismos derroteros, me parecen muy
previsibles y llenas de tópicos, y aunque los cada vez más
creativos escritores se las ingenien para sorprendernos con nuevos
argumentos, estos siempre acaban reduciéndose a los mismos
estereotipos. Me refiero a las clásicas secuencias de un crimen en
principio banal, detective peculiar que lo investiga, caso que se
complica, sospechoso que no es culpable y personaje que no parecía
sospechoso pero que acaba siéndolo. En fin, que aun habiendo mil
variantes posibles de esa secuencia, esta siempre acaba adoleciendo
de lo mismo.
No
obstante algo que si aporta La ciudad y la
ciudad y que le ha valido entre otras cosas ser galardonada
con los premios Hugo, Arthur C. Clarke o Locus, y que realmente si me
pareció muy original, es la idea de presentarnos la trama en un
escenario doble: dos ciudades completamente independientes que
comparten el mismo espacio físico. Es un poco complicado de explicar
y la mejor manera de entenderlo, es sin duda leyéndolo, pero en
resumidas cuentas ocurre que en estas ciudades entramadas, Besźel
y Ul Quoma, conviven en una misma calle ciudadanos de dos
nacionalidades distintas y cada uno regido por sus propias normas que
regulan desde el modo de vestir hasta la forma de caminar, todo ello en pos de
poder identificar y por lo tanto "desver", "desoler" y "desoír" a sus
extraños vecinos.
Esta
idea me ha parecido muy interesante ya que en función de la ciudad
en la que estés, aunque no te hayas movido de una calle, estás
obligado a obviar ciertas cosas y entre ellas se incluyen los
crímenes o los altercados de la ciudad vecina. Dentro de este rol,
la novela juega continuamente con ese matiz, presentando situaciones
comprometedoras dentro de la propia investigación del crimen que el
detective en cuestión, Tyador Borlú, deberá saber esquivar y
gestionar para llegar a resolverlo.
Así
pues reconozco que es una impresión personal el que no me gusten
este tipo de novelas, pero una cosa no quita la otra y me parece que
esta está tratada de una manera exquisita, muy pulcra y cuidada y
que combina de manera excepcional el toque policíaco con el
fantástico. Una novela recomendable para descubrir otra manera de
contar una típica historia de detectives.
Fd: El lector Invisible
¡Hola!
ResponderEliminarA mi me pasa al revés, cada vez le cojo más gusto a las novelas policiacas, y últimamente son las que más disfruto. Llevo tiempo con ganas de leer algo de China Miéville, aunque esta novela en concreto no la conocía. Me la llevo apuntada y miraré si la encuentro en la biblioteca.
Me atrae mucho el tema del escenario doble, me parece original y me da mucha curiosidad.
Un beso
Estoy seguro que aun acostumbrada a la novela policíaca, esta te va a sorprender, al menos desde el punto de vista fantástico. Si tienes suerte, quizás puedas hacerte con este libro igual que lo hice yo, por 3€ en la sección de libros de Carrefour.
ResponderEliminarUn abrazo!